domingo, febrero 6

-Estaba triste. No era capaz de sentir otra cosa que dolor. Y amor, sentía mucho amor por él, a pesar de todo lo sucedido, a pesar de todo lo que la había hecho sufrir.
Pensó en llamar a sus amigas. No, eso no la apetecía nada.
"Pues helado"- se dijo así misma. Fue al congelador y...MIERDA! No quedaba.
De repente se sintió sola, tremendamente sola. Había sentido algo parecido antes, pero no tan profundo, no tan...sola.
Se tiro en el sofá apago el televisor, y se hecho a llorar.
Nunca había llorado tanto. Horas.
Llevaba ya una semana llorando, llorando por él. No se lo explicaba. No entendía como una sola persona había podido, en tan poco tiempo, hacerla sentir tan bien, y de pronto tan mal.
Solo se habían visto dos días. Habían sido suficientes para que, ,de todo lo que ocurrió, hubiese nacido algo en ella. Habían sido suficientes para hacerla sufrir hasta el extremo de querer morirse.
Es algo en lo que pensó pero que al instante descartó. En el fondo solo era un hombre, y sabía que no valía la pena, aunque ella, en ese instante pensase que sí.
Dejó de llorar. Estaba sola en casa.
No la apetecía nada. No quería ver la tele, no quería leer, no quería conectarse ni hablar por teléfono, no quería comer... Solo había una cosa, una cosa que realmente la apeteciese: una ducha. Una ducha de agua ardiendo.
Quería sentir el calor que el agua le ofrecía, quería sentir la calma que el agua transmitía. Quería relajarse un poco. Solo había un problema, no la apetecía desnudarse. Únicamente se quitó los calcetines, se metió en la ducha y se sentó. Entonces accionó la manivela y el agua fría comenzó a correr, haciéndola tiritar. De pronto se calentó, y ella comenzó a sentir el agua caliente bajando por su espalda, por su pecho y sus manos. Sentía las gotitas de agua resbalar por sus mejillas. Sentía como comenzaba a relajarse. Entonces, rompió a llorar.
Salió de la ducha aun sollozando. Salió con la ropa empapada del cuarto de baño, cruzó el pasillo y llego a su habitación. Allí se desnudó. Abrió su armario y eligió, para ponerse, su mejor vestido. Se puso sus mejores tacones y volvió al baño para peinarse. Se recogió el pelo en un pequeño moño dejando unos tirabuzones junto a la oreja derecha. Colocó su horquilla de tela en la parte izquierda de la cabeza. Se maquilló. No se hizo nada en especial, lo de todos los días.
Al acabar cogió su bolso y salió de casa. Caminó hacia la estación de tren. 
Compro un billete hacia nadie sabe donde, espero a que  llegase a la estación y, cuando este hubo parado, subió en él, y mientras se cerraban las puertas miró atrás, y nadie la volvió a ver nunca mas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario